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martes, 16 de diciembre de 2008

La mala educadora

Como cada tarde, Lucía R. se acomoda en el sofá frente al televisor con su marido y sus hijas pequeñas de 5 y 6 años. Este puede ser un momento perfecto para compartir con la familia de una forma relajada y amena. Tras hacer zapping durante unos minutos el magazine nacional más exitoso del momento acapara la pantalla. Entre las noticias de hoy, encontramos una pareja de famosos en estado de embriaguez y consumiendo todo tipo de drogas, unos jóvenes envueltos en una pelea cargada de insultos, etc. Tras quince minutos de emisión llega la primera escena de sexo.

Tradicionalmente se ha asociado el concepto de educación de los hijos a padres y escuela, sin embargo con la llegada de la televisión cambió esta percepción en España. Empezaron a mostrarse los primeros síntomas en los años 70 y 80 con la aparición de Televisión Española, pero fue realmente a partir de la década de los 90, con la llegada de las televisiones privadas cuando se abrió un abanico de posibilidades dentro de la programación, donde podíamos elegir que deseábamos ver en función de una cadena u otra.

Es en ese momento, cuando incluimos la televisión como una forma más de educación para los niños. En la mayoría de los casos, ellos tienen la libertad de cambiar de canal dentro de un horario considerable, con o sin los padres presentes, pudiéndose encontrar con cualquier imagen no apta para ellos.

La actual ley, 25/1994 de 12 de julio, protege a los menores frente al contenido publicitario y por supuesto, frente al resto de la programación, a fin de preservar su correcto desarrollo físico, mental y moral, estableciendo para ello la necesidad de advertir sobre el contenido de la programación que pueda atentar al desarrollo del menor. Según marca la ley, los programas emitidos en televisión no pueden fomentar el odio, el desprecio o la discriminación por motivos de nacimiento, raza, sexo, religión, nacionalidad, opinión o cualquier otra circunstancia personal o social. Aquéllos programas que contengan escenas de pornografía o violencia gratuita sólo podrán ser emitidos en horario nocturno entre las 10 de la noche y las seis de la mañana.

El horario de protección infantil recogido en la ley citada anteriormente, comprende desde las 6:00 hasta las 22:00 horas, y abarca dentro de este horario, un horario reforzado de 08:00 a 9:00 y de 17:00 a 20:00 horas, de lunes a viernes y de 9:00 a 12:00 sábados y domingos.

Como se puede observar a diario, no hay más que cambiar de canal tras la sobremesa, la mayoría de televisiones no cumplen esta ley, en especial las televisiones privadas, arriesgándose a ser sancionadas. Por este hecho, son varias las televisiones que acumulan a día de hoy cientos de quejas por no cumplir el denominado "Código de Autorrgulación de Contenidos Televisivos e Infancia", un acuerdo firmado entre el gobierno y algunas emisoras de televisión con el fin de respetar el horario de protección infantil.

Como cualquier empresa, una televisión privada busca obtener beneficios, y lo que el público demanda es entretenimiento. Dentro del entretenimiento a menudo encontramos programación cargada de lenguaje soez, insultos, violencia, sexo, drogas y otros aspectos nada recomendables para un menor. Este tipo de programación debería ser emitida a partir de las 10 de la noche, aunque ya se sabe, lo que importa es la audiencia, y eso en ocasiones implica emitir contenidos no aptos para menores dentro del horario reforzado de protección infantil.

El caso de Lucía se repite continuadamente en nuestros hogares. La sociedad se ha acostumbrado a ver este tipo de imágenes a diario en televisión, llegándolas a calificar como algo rutinario, algo normal.

Lucía sentada aún en el sofá coge el mando del televisor y cambia rápidamente de canal. Sus hijas hacen comentarios acerca de la escena vista en televisión. Por muchas leyes que se hagan no es la primera vez, ni será la última que se produzca esta situación.

viernes, 28 de noviembre de 2008

Spain: “Yes, we can”

Quedan dos meses para las elecciones generales del gobierno español. Otro año más, como cada cuatro, parece que los medios de comunicación solo tienen cabida para este acontecimiento. Guerras internacionales, hambre, pobreza y otros problemas sociales, se olvidan por unos días. Usamos el transporte público, encendemos la televisión, conversamos en el trabajo, hablamos con el vecino y solo hay un tema… las elecciones. Los medios de comunicación empiezan a introducirnos poco a poco en nuestra rutina las primeras campañas electorales. Ambos partidos políticos, pues hablo de los dos más influyentes, realizan meetings a diario recorriendo las principales ciudades del país. Las obras del centro de Madrid se agilizan para que la ciudad muestre su mejor cara el día de las elecciones. Enormes vallas publicitarias se divisan a ambos lados de las carreteras españolas, vota PP… vota PSOE... Promesas, promesas y más promesas por parte de los líderes políticos, que con un aire más renovado se presentan candidatos por primera vez a las elecciones generales del gobierno. Este año la competitividad entre partidos políticos es aún mayor que años anteriores pues llevamos ocho años gobernados por el mismo partido político y el país pide a gritos un cambio…

El despertador suena como cada mañana a las 08:30, aunque hoy he debido hacer un esfuerzo sobrehumano por salir de la cama. La pasada noche se eligió al nuevo presidente del gobierno y el trabajo en la redacción del periódico no cesó hasta altas horas de la madrugada. “Rocío quiero el artículo para dentro de 20 minutos, ¡hay que cerrar este número ya!”. Mi taza de café, mi tostada de aceite y jamón, un repaso a las últimas noticas publicadas en la web “¡joder, llego tarde al trabajo…!”.

Como era de esperar, en el metro no se hablaba de otra cosa, “el pueblo español está insatisfecho con el resultado de las elecciones”, en el trabajo una amiga me comentaba: “No entiendo como hemos podido llegar a esta situación, debemos ser tolerantes, pero de ahí a que un gitano sea presidente del gobierno…” ¿Que qué? ¿Un gitano? Si… están ustedes escuchando bien… nos encontramos en el año 2020 y por primera vez en la historia de España una persona de otra etnia llega a la cumbre de la política.

Vamos por la vida de tolerantes, de que no somos racistas, de que todos tenemos los mismos derechos, de que debemos integrar a estos colectivos, que en la mayoría de las veces se encuentran marginados socialmente… ¿pero ustedes creen que se podría llegar a esta situación en nuestro país? Yo sinceramente, pienso que no. No me considero racista, pero dudo mucho que un país como España, en el que aún hay gente que sigue viendo a los gitanos inferiores a nosotros, elija a uno de ellos como presidente del gobierno. Con este artículo no pretendo ofender a nadie, pues pienso que todos debemos tener los mismos derechos, que todos debemos tener las mismas oportunidades, pero por más que intentemos convencernos a nosotros mismos de que no marginamos a este grupo étnico, sabemos que la realidad es muy distinta. Como decía anteriormente si el pueblo pidiese a gritos un cambio… puede que éste fuese el más adecuado, quizás así se demostrara el grado de tolerancia que existe de veras en este país.

jueves, 20 de noviembre de 2008

Si los muertos pudieran hablar…

Hoy, el Valle de los Caídos estará más frecuentado de lo habitual. Se cumplen 33 años de la muerte de Francisco Franco. Como cada año las televisiones nos saturan con documentales referidos a la historia de España vinculada al caudillo. La noticia de su muerte se comenta en muchos informativos, periódicos y medios de comunicación de ámbito nacional tres décadas más tarde. ¿Aún alguien es ajeno a este acontecimiento? No hay más que encender el televisor para ver el informativo de mediodía, “Hoy es el aniversario de la muerte de Franco”, la voz del presentador hace eco en el comedor. Y así año tras año, bombardeando los medios con esta noticia, si se puede llamar noticia, pues ya carece de contenido novedoso.

Desde su muerte se han producido cambios y cambios en España. El paso de una dictadura a una democracia, el nombramiento de nuestro actual rey, cuatro presidentes del gobierno (de distintos partidos políticos), numerosos atentados terroristas, el movimiento homosexual, la crisis económica, guerras internacionales y una larga lista de cambios, pues 33 años dan para mucho.

Pero hay algo que no cambia año tras año. Aprovechando este día, partidos de izquierdas piden reformas en la ley de memoria histórica de España, se escuchan las voces de personas que recuerdan a sus seres queridos perdidos durante la guerra civil, víctimas del franquismo… ciudadanos piden que desaparezcan todos los símbolos de la dictadura que aún permanecen en nuestras calles. Parece que sí, que la muerte de Franco no es ajena a nadie, aunque sea durante unos días al año.

Y yo me pregunto: Si Franco levantara cabeza… si fuera consciente de todos los cambios que se han producido tras su muerte…, si los muertos pudieran hablar… ¿cuales serían las palabras del dictador para ésta España a la que tanto amaba? Hace 33 años, que se dice pronto, y aún hay gente que sigue sintiendo escalofríos cuando escucha este nombre. Sin duda, Franco fue un hombre que cambió la historia de España tanto con su dictadura, como con su muerte ¿para bien o para mal?

Juzguen ustedes mismos…

sábado, 8 de noviembre de 2008

"La culpa es de Zapatero"

Como cada mañana me dispuse a coger el metro para ir a casa tras salir de una dura jornada en la universidad. El abarrotado andén me confirmó pese a que no llevaba reloj en esos momentos, que era hora punta. Se abrieron las puertas de los vagones y una avalancha de universitarios salieron de estos, dejándonos sitio a los que esperábamos en el andén.

Con el movimiento provocado por el metro a su paso por las vías me fui aislando del murmullo general del interior del vagón, ausentándome por unos minutos a pesar del jaleo que provocaba toda aquella muchedumbre. Por un instante, algo desvió mi atención hacia un grupo de niños, los cuales no superaban los 13 años, que entraron en el vagón riéndose a carcajadas. Iban adecuadamente uniformados, con sus mochilas al hombro, todos a juego, como si de un ejército se tratase, por lo que pude deducir que acababan de salir de clase. Entre risa y risa uno de los jóvenes empujó sin maldad con su mochila a una señora de avanzada edad que empezó a regañarles, argumentando que había oído que estaba prohibido llevar mochilas al hombro en el interior del metro.
Según afirmaba la señora, había escuchado esta noticia por televisión.

Personas ajenas a la anciana que habían observado como yo la situación de tensión producida en el interior del vagón, comenzaron a exponer sus opiniones acerca de éste tema mostrando su desacuerdo con la señora. Cuando el murmullo cesó, una voz que resonó en todo el vagón dijo “La culpa es de Zapatero”. El grupo de niños río la gracia a su compañero por haber dicho tal cosa acerca del presidente del gobierno. En esos momentos, todas las miradas se detuvieron en el niño. Los gestos ausentes de los usuarios del metro se convirtieron en expresiones de asombro, de desconcierto dirigidas al joven. “Zapatero tiene la culpa de todo, de todo lo que pasa en este país, vaya mierda de vida”, dijo una mujer de unos 30 años de edad que se encontraba a mi lado; como es de entender, esta vez fue a ella a la que se dirigieron todas las miradas.

Fue entonces cuando se creó una discusión en el vagón, unos a favor del presidente, otros en contra. Se fue alzando el tono de voz debido a la cantidad de gente que se unía al debate y llegó un momento en el que nadie escuchaba a nadie, el ruido se hizo presente en todo el metro. Expresiones fuera de tono, insultos hacia el presidente, palabras malsonantes entre los propios viajeros de metro, solo valía la opinión de cada uno. En todo momento me limité a observar la situación, sin participar en el debate, escuchando a unos y a otros, contrastando opiniones, preguntas, respuestas…

Se abren las puertas del metro, he llegado a mi parada y con dificultad para salir debo abandonar el vagón. Subo las escaleras mecánicas reflexionando sobre todo lo ocurrido en los últimos minutos, una pena no haber podido presenciar el final de esta historia.