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domingo, 27 de marzo de 2011

Japón, otra forma de ver las cosas

El pasado 11 de marzo el noroeste de Japón sufrió uno de los mayores desastres nucleares jamás vividos. Un terremoto de 8,9 grados seguido por un tsunami, asolaron una parte del país provocando una catástrofe de inmensas proporciones en la central nuclear de Fukushima. Tras los tres incidentes, las autoridades japonesas contabilizan más de 10.000 muertos y otros tantos miles conforman las cifras de heridos y desaparecidos. Cientos de personas han perdido sus casas, a sus familias o a sus seres queridos. Sin embargo, los japoneses no pierden la calma.

A unos días de lo sucedido, la mayoría de gobiernos europeos sigue recomendado a sus ciudadanos no viajar a la zona y los medios de comunicación hablan de Zukushima como si de un campo de batalla se tratase. Sin embargo, tanto el gobierno japonés como la prensa de allí promueve la tranquilidad entre sus habitantes.

Mientras en el resto del mundo se crea el alarmismo por la situación provocada en Japón, los nipones colaboran sin problemas para intentar recuperar la normalidad en sus vidas y se muestran casi impasibles ante la catástrofe que ha arrasado con gran parte del país y que aún a día de hoy sigue ocupando la cabecera de numerosos periódicos.

Quizás se deba al carácter, a la cultura, a los propios medios de comunicación japoneses que han tratado la información de otra manera y han dejado el sensacionalismo europeo a un lado, o al buen hacer del Gobierno nipón, pero lo que está claro es que una vez más los japoneses han dado una lección de vida al resto del mundo. Si hay algo seguro, es que si una catástrofe de estas magnitudes se hubiese producido en España o en cualquier otro país, probablemente las cosas hubiesen sido bien distintas.

sábado, 12 de marzo de 2011

Perdido en el baúl de los recuerdos

La sociedad de la información ha ido evolucionando en los últimos años hacia un mercado en el que cualquier persona puede hacerse llamar periodista. Al igual que sucede en prensa, dónde más de uno ha encontrado un hueco sin pasar por las aulas universitarias, muchos colaboradores ocupan un asiento en los platós de las televisiones privadas. Su trabajo: debatir y dar su opinión sobre cualquier tema de actualidad.

Nos encontramos en la era del intrusismo, una época en la que no hace falta poseer un título universitario para ejercer de periodista. Tan sólo basta con hablar o escribir bien y saber de lo que se está hablando, aunque en algunos casos ni siquiera esto se considera un requisito fundamental para ser contratado.

En el año 2003, el PSOE presentó en el Congreso de los Diputados el Estatuto de Periodista Profesional como proposición de no ley y un año más tarde Izquierda Unida reconsideró el proyecto y volvió a presentarlo como propuesta de ley. A raíz de esta presentación, dicho estatuto quedó olvidado entre tantos proyectos sin aprobar que a día de hoy siguen acumulando polvo entre las baldas de alguna estantería.

Al igual que existe para otros trabajos, si el Estatuto del Periodista fuera aprobado, se regularía el trabajo de los informadores y se reconocerían los derechos de los profesionales de la comunicación.

No es mucho pedir, poder ejercer la profesión periodística con libertad para informar, pero tal y como se ha demostrado en ocasiones anteriores, los partidos políticos no tienen intención de sacar este documento del baúl de los recuerdos. Una vez más queda demostrado el infravaloramiento al que está siendo sometida esta profesión.